Vengo de una línea de hijos bastardos. Sin apellido paterno.
El apellido con el que registra mi cédula es de origen español:
Zuluaga.
Apellido de la línea masculina de mi mamá.
Pero, según la historia, y si mi papá no me mintió también en eso; mi apellido no debería ser el que tengo. Mi apellido tendría que ser el de un turco.
Un turco, que un día llegó desde la otra línea del océano a dominar tierras y mujeres.
Ese turco era el papá de mi papá. Según la historia, tuvo unos cuarenta hijos.
La mayor parte, bastardos, bastardas.
El papá de mi papá no tuvo el apellido del turco.
Yo no tengo el apellido de mi papá.
Nos perdimos en la línea del tiempo:
No nos tocó ni identidad, ni herencia.
Anoche, un amigo me preguntó, mirándome fijo, medio en serio, medio en chiste:
—¿El nombre que usted tiene es suyo?—
—¿Cómo así?—Le respondí con los ojos bien abiertos.
—¿El nombre que usted tiene es suyo?—Me repitió.
Silencio.
Con la cara encerrada en uno de mis gestos demasiado desencajados, demasiado expresivos, le respondí:
—Que si el nombre que tengo es mío…Pues no. El nombre que tengo no es mío. Me lo pusieron. Me tocó tenerlo, pero mío no es…
Vos sabes.
De pequeña, te empiezan a llamar con ese nombre. Vos aprendés a que ese es tu nombre. A que así te llamás. A que ese nombre sos vos… Pero vos no sos ese nombre… Yo no soy Nathalia, vos no sos Felipe.
Nos empiezan a contar una historia a partir de ese nombre y nosotras nos la creemos. La reforzamos. Nos construimos desde ese nombre que ni vos ni yo escogimos…Construimos una narrativa sobre nosotros mismos, que al final, es una mentira—.
Silencio.
Nos quedamos serios, pensativos. Luego, estallamos en una risa escandalosa. Sin sentido.
Ni apellido, ni nombre.
Perdida en la línea del tiempo. Sin identidad:
Hija bastarda.
Bastardo, bastarda:
Una palabra que expresa cualidad.
La primera voz de definición para esta palabra que califica, según las instituciones de la lengua española, se asocia a la idea de degeneración.
La segunda voz de definición, se enlaza con la idea de hijo, hija: nacido, nacida de una unión ilícita. Un hijo, hija nacida a oscuras, en lo escondido.
Nacido, nacida en un granero.
De acuerdo con la etimología de la palabra:
“La voz viene del francés antiguo bastard, que procedería del germánico bansti: Granero.
Es decir, que el hijo bastardo era el que nacía en un granero”.
—Phillipe Vicente.
Hija bastarda:
Nacida a oscuras. En el tránsito a lo ilegítimo.
—¿El nombre que usted tiene es suyo?—
—Pues no…—Le respondí a mi amigo.
Y después del silencio, y de la risa violenta y sin sentido, le dije:
—¿Sabe qué es lo que más me gusta de viajar? —
—Cuénteme—
—Que en cada nuevo lugar al que voy puedo ser otra. De repente, entre historia e historia; entre pequeños inventos, variaciones…Puedo ser un poco yo, pero también, un poco otra, un poco otras; un poco yo y a la vez muchas.
Puedo incluso, cambiarme el nombre…
Y nadie de verdad me conoce, y a nadie de verdad le importa—.
Hija bastarda:
La libertad de andar en el tránsito siempre oscuro a lo ilegítimo.
La libertad de ser y no.
La libertad de estar perdida en la línea del tiempo. Sin apellido. Sin nombre.
Sin identidad. Sin herencia.
Hija bastarda:
Libre fuiste. Libre eres. Libre serás.